El prolongado conflicto que mantuvieron españoles e indígenas durante el período de dominio español, en la zona sur de Chile, condicionó la vida y muchos de los principales aspectos del proceso colonizador en ese territorio. Aunque es cierto que se produjeron encuentros bélicos durante el período, éstos no siempre fueron permanentes, llegando incluso a presentarse momentos en que por años se mantuvieron relaciones pacíficas y un intercambio comercial no despreciables de productos entre españoles y araucanos.
Es posible distinguir tres formas en que los españoles llevaron adelante la guerra con el pueblo mapuche: guerra ofensiva, guerra defensiva y los parlamentos. Fue esta última la que cobró mayor validez durante el siglo XVIII.
- LA GUERRA OFENSIVA: Esta etapa tuvo su inicio en el siglo XVII con la reorganización de las fuerzas militares y el cambio de las tácticas bélicas que realizó el gobernador Alonso de Ribera, a través de su línea de frontera móvil.Los innumerables abusos cometidos provocaron en 1655, bajo el gobierno de Antonio de Acuña y Cabrera, una formidable rebelión que se extendió hasta el río Maule. Esta realidad sólo se modificó años después, en 1683, por otra real cédula que puso término a la esclavitud legal de los araucanos. Para entonces, la población mestiza había aumentado de modo considerable y representaba un sustituto de la mano de obra indígena, en clara decadencia numérica.
- LA GUERRA DEFENSIVA: Este sistema se debió al constante empeño del sacerdote jesuita Luis de Valdivia, quien propuso la mantención de la línea fronteriza en el río Biobío y que se desmantelaran por tanto todos los fuertes situados más al sur de ese límite y se renunciara a las posibles conquistas territoriales que se hubiesen hecho hasta entonces. No se debían realizar ataques al territori araucano, ya que la pacificación de los indígenas se debía hacer mediante misioneros que se internarían a predicar la fe y los principios de la civilización cristiana. De acuerdo a este plan, al dejar a un lado la violencia física, se permitía la difusión de la religión y la civilización de los araucanos. Debido al apoyo logrado en la corte de España, el plan del jesuita se puso en práctica en 1612, en medio de la alarma de los encomenderos, que consideraban este intento como poco adecuado y peligros. El asesinato de los primeros misiones que se internaron en la zona -entre ellos los sacerdotes jesuitas Martín de Aranda y Horacio Vecchi, en Elicura-, provocó el fracaso del ensayo y debió retornarse a la lucha armada.
- LOS PARLAMENTOS: Una innovación de la guerra en este período fue el establecimientos de parlamentos, es decir, de verdaderas conferencias o reuniones generales que celebraron los gobernadores españoles con los caciques araucanos en un lugar señalado de antemano, con objeto de establecer una política de paz y amistad. El primero de estos parlamentos fue el que celebró el gobernador marqués de Baides en Quillín, en 1641. Desde entonces, y cada cierto tiempo, se hacían encuentros de este tipo con intercambio de regalos, celebración de fiestas y promesas de paz que tarde o temprano, por uno u otro bando, eran rotas. Al parlamento asistían los principales jefes de los vutamapus (zonas de guerra), acompañados por un guerrero. Los españoles, por su parte, eran encabezados por el gobernador, sus ayudantes, las tropas de línea y las milicias.
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